Científicamente se ha comprobado que abrazar tiene efectos positivos en el cuerpo y la mente. En La Noria, una comunidad de Jiquilisco, Usulután, ese gesto fue llevado a convertirse en una herramienta de justicia. El pasado 30 de marzo, decenas de personas se reunieron con pañuelos verdes al cuello para participar en la fiesta popular de Beatriz, un evento cargado de memoria, arte y comunidad. Ahí, desde los abrazos hasta las canciones, formaron parte de un camino construído desde lo colectivo hacia la justicia restaurativa.

“Esto es un abrazo colectivo”, comentó Mariana Moisa, coordinadora de la Agrupación Ciudadana por la Despenalización del Aborto. La familia de Beatriz, vecinas, amigas, defensoras de derechos humanos y habitantes de la comunidad caminaron juntas, cantaron canciones, bailaron y colocaron placas conmemorativas en el parque y la comunidad eclesial de base. Todo esto como un acto simbólico para honrar la vida de Beatriz y reivindicar su historia.

Beatriz padecía de lupus y a sus 22 años el estado salvadoreño la obligó a continuar un embarazo que ponía en riesgo su vida, pese a que los médicos advirtieron que gestaba a un feto sin encéfalo, ni cráneo, que no sobreviviría fuera del útero. Esto, debido a que la legislación del país prohíbe el aborto, incluso si la salud y vida de la mujer está en riesgo. La familia de Beatriz recuerda que fue entonces cuando comenzó su lucha.

Beatriz solicitó un amparo ante la Corte Suprema de Justicia “ “y fue así como se acercaron las organizaciones a nosotras para darnos el apoyo y decirnos ‘no están solas’”, recuerda Delmy Cortez, madre de Beatriz. Enfrentar una de las leyes antiaborto más restrictivas del mundo no era una batalla fácil. Por eso, el acompañamiento de organizaciones feministas y de su comunidad fue esencial para que Beatriz pudiera sostener su lucha. En 2013, con ese respaldo, llevó su caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y fue admitido por la Corte IDH en 2017, apenas un mes antes de su muerte. El 20 de diciembre de 2024, la CIDH condenó al Estado salvadoreño por violar sus derechos y cometer violencia obstétrica.

“Ella me dijo: ‘Mire, no quiero que ninguna otra mujer vuelva a pasar lo mismo que yo he pasado’”, cuenta su madre. Esa convicción convirtió a Beatriz en un símbolo de lucha por los derechos reproductivos en El Salvador, un país donde, entre 1998 y 2025, al menos 204 mujeres fueron judicializadas por aborto o emergencias obstétricas, dos de ellas en prisión por los términos del régimen de excepción, según la Agrupación Ciudadana por la Despenalización del Aborto.

El fallo de la Corte IDH representó un paso en el acceso a la justicia en materia de derechos sexuales y derechos reproductivos, al ordenar al Estado implementar medidas para proteger la salud de las mujeres en embarazos de riesgo. Sin embargo, no contempló medidas de cambio estructural como la despenalización del aborto, que fue, lo que impidió que Beatriz tuviera el tratamiento médico adecuado, que en su caso era la interrupción del embarazo que exponía su vida. Tampoco se consideraron medidas de reparación contra el estigma que este caso significó para Beatriz y su familia. 

“El nombre de Beatriz se utilizó, se cargó con mucho estigma ella y su familia. Lo que la justicia patriarcal no consideró, nosotras lo consideramos”, añadió Mariana Moisa, quien explicó que las placas instaladas buscan mantener viva su memoria en el territorio que la vio crecer.

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Durante la actividad, Humberto, hermano mayor de Beatriz, interpretó una canción que compuso en su honor. “A raíz de todo el movimiento, de las luchas y de andar acompañando, eso me llevó a componer esta canción para Beatriz”, dijo.

A siete años de su muerte, su familia continúa buscando una justicia que llega por partes, incluso mientras enfrenta nuevas vulneraciones como el encarcelamiento del hermano menor de Beatriz, Mauricio, bajo el régimen de excepción. En medio de ese dolor, actos como la fiesta popular se convierten en espacios de sanación y memoria.

“Nos sentimos acuerpadas. Me siento orgullosa. Y yo sé que Beatriz, donde esté, también se siente orgullosa”, dijo Delmy, minutos antes de develar la primera placa colocada en el parque de la comunidad en honor a su hija.