En Isla Tasajera, un proyecto comunitario brinda oportunidades a las comunidades para restaurar los manglares y cuidar el ecosistema, mientras ofrece a sus participantes —en su mayoría mujeres— capacitación, herramientas y trabajo en equipo. Con este apoyo, la comunidad ha logrado mejorar la calidad de vida y fortalecer su organización, en línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Sara toca con ilusión los troncos y tablas nuevas que pronto sostendrán las paredes y el techo que acogerán a sus hijos. Nunca imaginó que podría vencer la realidad de una isla donde las oportunidades de empleo son inexistentes. Bajo el sol ardiente y el calor isleño, esta mujer, madre soltera y huérfana desde niña, contempla la construcción como símbolo de un cambio profundo en su vida. La arena aún guarda las huellas frescas de los pies de sus hijos, que corren entre los materiales, ajenos al peso de la historia que su madre carga.

 

Sara creció en un lugar donde la pesca, la concha y el punche han sido por años el sustento de la mayoría, pero cuyos ingresos dependen del clima, las mareas y la demanda de compradores. “El trabajo aquí es bien duro… lo que sacamos tenemos que ir a vender. Hay veces que nos queda el producto, no lo quieren y todo eso”, dice. A los 16 años se acompañó, pero la relación no funcionó. “Tengo dos niños y solo yo saco adelante a esos dos niños desde que me dejé con el papá de ellos. Anteriormente, cuando no tenía trabajo, mi trabajo era ir a echar tortilla. Les daba de comer y para la escuela, y había veces que me quedaba sin nada”. Hoy, gracias al proyecto Manglares Vivos, financiado a través de La Cuenta del Mar, su panorama es otro: “He podido siquiera hacer mi techo, levantar mi casa, ayudar con la tienda y darles la comidita cada día a mis hijos”. Además, ha encontrado una red de apoyo: “Ahí todos nos apoyamos. Compartimos lo poquito que llevamos, si alguien lleva una gaseosa, la reparte. Compramos el agua y el hielo entre todas”.

La Cuenta del Mar: de la conservación al desarrollo

El proyecto Manglares Vivos busca restaurar y proteger los ecosistemas de manglar en Isla Tasajera, mientras genera empleos temporales que fortalecen la economía local. Se financia a través de La Cuenta del Mar, un fondo creado por Bancoagrícola en alianza con Mastercard y ejecutado por Fundación Domenech, que une a la comunidad, sociedad civil y sector privado en un mismo esfuerzo.

 

Las actividades incluyen no solo el trabajo de conservación, sino también la limpieza de canales, reforestación, mantenimiento de zonas clave para la pesca y el turismo, así como la implementación del Recorrido Ecológico Manglar (REM), una ruta guiada que conecta la conservación ambiental con el turismo comunitario. Esto permite que los visitantes conozcan la importancia del manglar, mientras la comunidad obtiene ingresos adicionales y diversifica su economía. Como resume Margarita Ayala de Alemán, directora de Fundación Domenech: “Este es un modelo que combina conservación y desarrollo, que da ingresos dignos y fortalece la organización comunitaria. La gente ve resultados en su vida diaria y se apropia de las acciones”. La comunidad es el pilar central de esta experiencia: con su organización y conocimiento local, se convierte en protagonista del cambio. El sector privado aporta recursos y la sociedad civil acompaña con asistencia técnica, pero es la gente de Tasajera la que hace posible que el manglar se conserve. El apoyo de Bancoagrícola permite generar fuentes de empleo a las familias que trabajan en el manglar. Este año incorporaron un programa de limpieza de playas, donde también están promoviendo la sostenibilidad y la economía local, explicó Mariluz Castellanos, jefa de marca de Bancoagrícola. Gracias a esta combinación de financiamiento, acción comunitaria y compromiso empresarial, la conservación del manglar se convierte en una oportunidad real de desarrollo económico.

Pasos que cambian la economía local

● Incorporan a la comunidad local para trabajos de restauración de manglares.

● Brindan herramientas y materiales con fondos de La Cuenta del Mar.

● Capacitan a la comunidad en técnicas de conservación y oficios complementarios.

● Organizan el trabajo en cuadrillas que fortalecen la cooperación local.

● Conectan la conservación ambiental con oportunidades de ingreso sostenible.

Este modelo no solo genera oportunidades, también cumple con varios Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas: reducción de la pobreza (ODS 1) e igualdad de género (ODS 5) al dar empleo formal por primera vez a mujeres de la isla, y vida submarina (ODS 14) y acción por el clima (ODS 13) al restaurar y proteger manglares que son clave para la biodiversidad y la mitigación del cambio climático.

Emma Granados, vecina de la isla desde hace 37 años y madre de un hijo con discapacidad, lo explica así: “Esto ha beneficiado mucho, principalmente a bastantes familias, porque yo, en primer lugar, a mí… mi hijo tiene un tratamiento que debo comprar mes a mes. Cuando no tenía este trabajo, me rebuscaba sacando concha. No me alcanzaba ni para sus medicinas. Ahora puedo comprarle su medicina, sus vitaminas y su comida. Es una gran ayuda para la isla”.

La Cuenta del Mar asegura un futuro donde el manglar siga dando vida y sustento a Tasajera

El estero de Jaltepeque, designado como sitio Ramsar por su importancia ecológica mundial, es mucho más que un paisaje: es un ecosistema vivo que sostiene la pesca, protege a las comunidades de tormentas y huracanes, y resguarda especies en peligro como la tortuga carey y la lora nuca amarilla. La restauración de más de 13 kilómetros de canales estuarinos, realizada bajo la técnica REM, ha devuelto el flujo natural del agua y revitalizado la capacidad del manglar para cumplir su papel como “muralla” natural contra desastres y como guardería para cientos de especies marinas.

Mauricio Velázquez, coordinador de proyectos de la Fundación Domenech, lo resume así: “Si cuidamos los manglares, no solo estamos protegiendo la economía de las familias que dependen de la pesca y el turismo, también estamos salvaguardando el hábitat de especies que, sin este ecosistema, podrían desaparecer del país”.

Bajo la sombra de un almendro, Efraín Rebel, limpia con paciencia la red de pesca, mientras reconoce el valor de ese esfuerzo colectivo. “Cuando me dijeron que iban a dar trabajo limpiando canales y sembrando mangle, pensé que era bueno, porque uno gana algo seguro y también cuida el lugar de donde vive”, relata. Hoy, con un motor reparado y redes nuevas, ya no vive bajo la presión de que si no pesca, no come. En Tasajera, la restauración del manglar multiplica la riqueza de la vida misma, asegurando que el estero siga siendo fuente de sustento, identidad y esperanza para las generaciones que vienen.

El verdadero legado en Tasajera son las habilidades técnicas adquiridas, la confianza para emprender nuevas tareas y la capacidad de organización que la comunidad ha consolidado en el proceso. Al mismo tiempo, el manglar recuperado devuelve peces a las redes, garantiza la pesca artesanal y resguarda especies amenazadas como la tortuga carey y la lora nuca amarilla. En esa suma de aprendizaje humano y equilibrio ecológico, las familias descubren que su esfuerzo colectivo no solo protege su presente, sino que abre la posibilidad de un futuro más amplio y sostenible.