El 74.7% de los hogares rurales en El Salvador dependen del maíz y frijol para sus comidas, de acuerdo a un estudio sobre la Brecha Alimentaria y Cambio Climático, elaborado por el Banco Central de Reserva (BCR). Pero, un huerto comunitario y una radio manejada por Bluetooth permitió que la comunidad Santa Ercila, en Ahuachapán ahora incorpore frutas y verduras a sus comidas.
“La dieta siempre ha consistido en arroz, frijoles, huevos y sopas caseras, pero desde que empezamos a participar en el proyecto de huertos comunitarios nos motivamos a incorporar más en nuestra dieta el consumo de vegetales”, explicó Emely Mendoza, miembro del proyecto de huertos comunitarios. Esta iniciativa fue ejecutada por Las Gardenias, una asociación que con ayuda de un agrónomo, capacitó a aproximadamente 178 mujeres de 15 comunidades del departamento de Ahuachapán.
En diciembre del 2023 empezaron las cosechas en un terreno prestado por una compañera, obteniendo los frutos en abril del 2024. Aunque el resultado fue poco: 10 cajas de tomates, 10 repollos, 5 lechugas y 5 rollos de cilantro, esta fue la prueba de que pueden organizarse y ahorrar y comer mejor juntas.
Cosechar en un huerto comunitario trae beneficios a los bolsillos de los habitantes, ya que el precio de la canasta básica rural ha ido en aumento en los últimos años. Para octubre del 2021 costaba $153.55 y en octubre de este año, el precio rondaba en $176.21, mientras que el salario mínimo del sector agricultura es de $243.45 a $277.66.
Johanna Aquino, nutricionista, explica que si no consume una adecuada cantidad de frutas y verduras, el ser humano puede tener problemas como falta de energía, problemas digestivos, cinflamación y estreñimiento. Además, de las insuficiencias nutricionales, como anemia, debilitamiento óseo e insuficiencias al sistema inmunológico.
Esta pequeña iniciativa ha tenido sus propios retos. No tienen terreno propio para sembrar y consideran que hay poco interés del Estado por la agricultura. A pesar de esto, las mujeres de la comunidad esperan empezar la siguiente cosecha en enero del próximo año y seguir capacitando mujeres: “para que nuestro grupo pueda crecer y ellas puedan tener la diferencia en su hogar”, reflexiona Silvia Herrera. La vecina aprendió a cultivar su comida en el huerto comunitario y mientras llega la próxima época de siembra, las mujeres se pusieron de acuerdo para criar pollos en el terreno que les han prestado. En la siguiente cosecha, esperan producir más para sus familias. Por ahora, han descubierto que es posible y que pueden ampliar su dieta a través del trabajo en colectivo.
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